Por Juan
Los personajes de este western tienen, en principio, todos los rasgos de los antihéroes del género. Dos hermanos antagónicos, el tranquilo (John C. Reilly borda el mejor papel de su carrera) y el buscapleitos (Joaquin Phoenix). Ambos son máquinas de matar. Hasta aquí no habría grandes innovaciones. Pero el realizador Jacques Audiard va más allá de los sueños de oro y riqueza, y se pregunta, y hace que sus personajes se pregunten: ¿para qué todo esto? Su mirada sobrepasa los revólveres y la crueldad, penetra en las inseguridades de los hermanos, muestra su vulnerabilidad. ¿Es posible la sensibilidad y la ternura masculina en tiempos hostiles?
En un mundo en pleno cambio, los hermanos Sisters se encuentran con su objetivo, un químico soñador (magnífico y sereno Riz Ahmed) y un cazarrecompensas que escribe un diario cuasi-poético (Jake Gyllenhaal, carismático una vez más). Forman un cuarteto que es como la fórmula del líquido que ilumina las pepitas de oro, su estabilidad es frágil, pero su conexión funciona.
No hay nada fácil en esta supuesta tierra de oportunidades. Audiard desmitifica la utopía del viejo oeste, donde, como ocurre en nuestro mundo, es difícil encontrar las pepitas de oro y hay que pagar un alto precio por ellas.
Lo único que vale realmente la pena ante tanta violencia es poder usar un cepillo de dientes o descubrir los primeros retretes. El retorno al hogar es el único y verdadero paraíso, como se refleja en la melancólica y maravillosa escena final que recuerda a la de Centauros del Desierto (The Searchers 1950), de John Ford. Una joya atemporal INPERDIBLE que brilló entre el resto de perlas del 66 SSIFF.
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