Por Juan
A pesar de las buenas críticas y de haberse convertido en un fenómeno fan, fui a ver La llamada con bastantes reparos. Pensaba que podría encontrarme con una parida insustancial sobre unas teenagers con las hormonas alteradas, en un campamento de monjas. Y encima musical. Pero afortunadamente no. Nada de chistes malos ni humor grueso. Más bien todo lo contrario. La llamada es un producto elaborado, y además, mantiene el aroma underground de su origen. El germen es un mini-musical que se representaba en el hall del Teatro Lara de Madrid en 2013. Según sus directores, Javier Calvo y Javier Ambrossi, los fans, los "llamaders", ayudaron a que el proyecto creciera hasta convertirse en uno de los musicales españoles pop más premiados y de más éxito, con 3 temporadas en cartel.
La primera clave de este éxito está en la idea, muy loca, pero sin duda, diferente y muy fresca: María, es una adolescente que, de pronto, recibe la visita de Dios, un crooner madurito que le canta canciones de Whitney Houston. María, interpretada por Macarena García, no sabe cómo responder ante semejante "llamada".
Detrás del humor blanco y hasta naif, viven personajes que bien podrían salir de una, o de unas cuantas comedias de Pedro Almodóvar, o de otros musicales underground que inspiraron a los directores, como The Rocky Horror Picture Show o Hedwig and the Angry Inch.
Bajo mi punto de vista, esta es la segunda clave del éxito: el carácter popular y al mismo tiempo marginal de sus personajes. Dos chicas que consumen MDMA, que bailan electro-latino; 2 monjas que quieren ser otra cosa que lo que son; una cocinera-camello... Todas tienen sueños en realidad nada extravagantes, pero ellas sí lo son un poco. Son divertidas y rozan constantemente la incorrección. En el subtexto late un mensaje de libertad, sexual, de creencias, de modos de vivir, que se agradece. Aire fresco para un mundo reaccionario que se revuelve en su tumba.
Aunque puede que muchos espectadores a los que llega el musical, un público mainstream de familias, abuelos y nietas, no se enteren mucho de la carga de dinamita del guión. Porque todo es tan dulce, tan blanco, todo está tejido con tanto cuidado, entra tan bien, y los números musicales son exquisitos, sin nada que roce el mal gusto. El mensaje de "sé tú mismo" (y que Dios sea lo que le dé la gana) está bien lubricado. Un señor muy muy mayor se acercó a nosotros al terminar la película con cara de asombro... pensábamos que nos diría, pero qué memez o qué escándalo. Pero lo que dijo fue, no me esperaba para nada esto de un musical español. Me ha encantado.
Y es que La llamada tiene una factura impecable en la fotografía, la direccción de arte, el vestuario, y la música. Las versiones de Whitney Houston y de Presuntos Implicados están muy curradas y te llevan enseguida a mundos comunes. Otra de las claves del éxito: hits pop que todo el mundo reconoce. Y además, buena banda sonora original a cargo de Leiva.
Pero no nos olvidemos del otro elemento fundamental, el casting. Sin las 4 actrices que defienden esta locura, no sería lo mismo. Y este es sin duda otro factor fundamental en La llamada. Ellas estuvieron desde el comienzo del musical y se nota. Están en estado de gracia divina. Divertidas, creíbles e increíbles: Macarena García y Anna Castillo en el papel de María y Susana, amigas que comparten proyecto musical y salidas nocturas, Belén Cuesta, en los papeles de la hermana Milagros, la monja que duda de su vocación y que cantaba canciones de Presuntos Implicados; y Gracia Olayo, la recta madre Bernarda con ideas innovadoras sobre cómo llegar a los jóvenes. Y tampoco nos olvidemos de Dios, interpretrado por el actor inglés Richard Collins-Moore, al que la edad le ha dado sex-appeal y muchas muchas tablas. Tremendo.
Por otra parte, los escenarios que aporta el campamento de monjas en Segovia, La Brújula, son cuando menos, curiosos. Realmente, se ve un aprovechamiento creativo y económico del contexto de la historia. Y esa sencillez va a favor de la frescura de la película. La escena final en la que María y Susana invocan a Dios bailando con sus vestidos de lentejuelas de Suma Latina es inclasificable y a la vez, un hallazgo. De fondo hay una pared verde-barracón, y un crucifijo en el centro. Está entre el espiritismo glam y el musical de Hollywood de los años 70. Entre Rocky Horror y Grease?. No me pierdo el musical. INPERDIBLE.
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