Por Juan
Extraordinaria composición cinematográfica de Denis Villeneuve, que, con su estilo depurado y frío, es capaz de mantener una tensión constante, casi robótica, que te deja a veces sin respiración. Villeneuve aporta como digo su visión sobrecogedora y magnífica, aunque es inevitable añorar la poesía inimitable que Ridley Scott imprimió en la original Blade Runner (1982).
La banda sonora también tiene esa frialdad que le gusta a Villeneuve. Los subgraves hacían vibrar la pantalla del Trueba 2, pura kinestesia. Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch componen una soundtrack inspirada en la de Vangelis. Es turbadora y brutal, y a veces recuerda a la música del griego. Pero no tiene su luz.
El guión es una pieza de orfebrería de un gusto exquisito en la construcción de personajes y de tramas, teniendo en cuenta el nexo con la historia original. La revelación final es un tesoro que hay que guardar (prohibid spoilers).
Ryan Gosling, en el papel de agente K, también es un pellejudo al servicio de una gran compañía robótica, una copia del humano, es como el rebelde Rick Deckard (Harrison Ford) pero con sangre replicante, aunque laten en él sentimientos que lo hacen vulnerable. K, como otros pellejudos de la primera parte, también busca a su creador, pero no para vivir más. Mientras que Deckard ha renunciado a toda búsqueda, a toda cuestión sobre su pasado. La trama da para escribir largo y tendido sobre el auge y decadencia de lo héroes.
Blade Runner 2049 es nueva, usa los efectos especiales al servicio de una creatividad brillante, tanto en la creación de escenarios y de mundos distópicos, como de personajes insólitos. Y, al mismo tiempo, conserva algo del aroma de su antecesora. Aunque no es tan evocadora como aquella. No transmite la misma empatia, la misma emoción. Casi no es humana. Blade Runner 2049 es una replicante perfecta del original. INPERDIBLE.
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