El plan de recuperación urbana ha desenterrado sus tesoros, limpiando la negrura de sus valiosas fachadas, y eliminado el tráfico del centro. Con el cambio, Burdeos ha ganada en belleza y magia... Con sus tranvías y bicicletas recorriendo las calles peatonales, que recuerdan a Lisboa; la amplitud "parisina" de sus avenidas y plazas en Tourny, Saint-André, Rohan, Place de La Comédie (en la foto); la vida comercial en torno a la Place de Grandes Hommes; o la bohemia del mercadillo, las tiendas magrebíes y los cafés de la plaza Saint-Michel, donde los bordeleses más alternativos paran por la tarde para charlar mientras piden té moruno.
Burdeos es una ciudad para recorrer a pie y ver pasar la vida: te sientas en un terraza y te tomas una infusión de verbeine, una bière pression bien fría o un vino bordelés (de merecidísima fama y precio!).
La capital de Aquitania cuenta también con una oferta museística más que interesante, que dejaremos para otro post. Pero antes de despedirnos de ella, dos recomendaciones situadas en la misma calle: una gastronómica para una cena especial: Le Col d'Augusta, cocina creativa y chic en un sitio con mucha clase y ninguna pompa: unos 45-70€ por persona, en 339 Rue Georges Bonnac. Y la otra, un hotel que nos recomendaron unos amigos: Hotel Le Chantry, en 155, Rue Georges Bonnac. Una opción modesta, pero perfecta por su ubicación muy cerca del centro a pie, el parking gratuito y el buen precio.
A dos horas al norte de Burdeos, descubrimos la villa portuaria de La Rochelle, que podría ser un escenario ideal para rodar un capítulo de Juego de Tronos.
Conocida como la ciudad blanca, por sus casas de piedra clara, cuenta con un casco antiguo de singulares arcadas desiguales.
El puerto viejo con sus emblemáticas torres medievales (en la foto), y la solidez de sus piedras desprenden el aroma de una historia de esplendor y guerras. Pero hoy es un enclave perfecto para el reposo y la relajación. Gente muy amable, aunque caros restaurantes. Os recomendamos el coqueto Hotel Atlantic, por la atención, el encanto del edificio, la buena relación calidad-precio y su ubicación en el centro mismo de la villa.
Desde La Rochelle, hay excursiones muy apetecibles a la isla de Ré, paraíso atlántico para los amantes de las playas vírgenes y la bicicleta; la ciudad de Rochefort, famosa por su pasado marinero (La Corderie Royale, el chantier de L'Hermione) y cinematográfico, aquí se rodó Las señoritas de Rochefort (en el vídeo); y Saintes, una pequeña ciudad medieval del Camino de Santiago, con unas iglesias románicas y un anfiteatro romano que bien merecen un alto en el camino.
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