Más allá de discusiones sobre la adaptación de la obra de Saramago “Ensayo sobre la Ceguera”, este excelente film es también un ensayo, pero cinematográfico. No apto para todos los públicos por su dureza, ya que reflexiona sobre las capacidades humanas en un contexto apocalíptico y perturbador que causa horror casi en el 90 % del metraje. A veces, cuesta mirar a la pantalla (…y eso que la ha “suavizado” después de su pase por Cannes…)
El tinte mortuorio y claustrofóbico característico de la cámara prodigiosa de Meirelles, está totalmente al servicio de una historia en la que importa tanto o más lo que se ve como lo que se nos oculta. El clímax del segundo acto, y la progresión del tercero, donde introduce gradualmente la esperanza, pertenece a una narrativa cinematográfica con mayúsculas, en la que desde luego, no podemos olvidar al guionista: Don McKellar.
J.
Aja! te gustó. A mí también, ya os lo dije. La forma de rodarla, con ese blanco cegador, me parece un acierto. El fallo que le encuentro es que toca demasiados palos y hasta el final no consigue redondear la historia. Además consigue algo que no esperaba, y es que no me guste Gael García Bernal. Qué exageración de personaje!
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, estoy de acuerdo, princesa. El tratamiento que hace de la luz es genial. Y es verdad que a Gael hace un personaje muy extremo que raya en lo no creíble. También creo que lo mejor es el desenlace.
ResponderEliminarUn abrazo.