Por Juan
Probablemente, trasladar al cine la magia de la danza no es tarea fácil, e Icíar Bollaín sale airosa en su película sobre la vida del bailarín cubano Carlos Acosta.
Yuli funciona como una matrioshka de muñecas rusas. Historias dentro de las historias, que son como versiones artísticas de los sucesos reales. Las coreografías que Carlos Acosta ha creado sobre su vida en la obra Yuli, son como una terapia; en momentos toca el cielo y casi siempre emociona por su belleza. Bollaín organiza esta compleja estructura narrativa y nos transporta a una Cuba donde todos sueñan con huir, mientras Yuli lucha por volver.
Es también la historia de un padre cerril, pero con una fe ciega en el talento de su hijo, que se resiste a creer en su don, que se resiste a amar la danza. Preciosa y emocionante. INPERDIBLE.
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