Por Juan
Paul Thomas Anderson vuelve a dirigir un film en el que el lado más sombrío de los personajes actúa como un imán. Daniel Day-Lewis borda, nunca mejor dicho, el papel de Reynolds Woodcock, modisto de la clase alta londinense, y recrea en él muchas pinceladas biográficas de otro diseñador misterioso, pero real: Cristóbal Balenciaga.
Anderson rueda con la misma escrupulosidad y detallismo que caracterizan al personaje protagonista interpretado por Day-Lewis. Junto a la luxemburguesa Vicky Krieps en el papel de Alma, alimentarán el misterio con sus miradas, su microgestos y sus silencios, en cada escena de la película. Todas esas sombras de la pareja, se van abriendo en la casa de moda donde viven y trabajan, él como artista de las telas, y ella como su musa. En medio, la hermana de Reynolds, interpretada por Lesley Manville, que es casi como la criada de Rebeca (Hitchcock) actualizada, controla cada movimiento de ambos. Pero lo que parece que va a ser el retrato de una pareja especial y glamurosa, muestra de pronto otros tintes más siniestros, y lo hace sin abandonar ni un momento el romanticismo casi gótico del ambiente.
La banda sonora, que es sencillamente magistral, envuelve todo ese dolor y deseo de satén, bordados y telas preciosas. Poderosamente bella y oscura. INPERDIBLE.
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