Dir: Kantemir Balagov | Inter: Viktoria Miroshnichenko, Vasilisa Perelygina | Rusia 2019 | 137 min |****
Por Anton y Juan
Kantemir Balagov deslumbró hace un par de años en Zabaltegi-Tabakalera con Tesnota (2017), su primer largo. Y ahora, con solo veintisiete, ha dirigido Beanpole o Dylda, en su título original, que ganó el Premio Fipresci y el de Mejor Dirección en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes. En su pase por las Perlas de San Sebastián, a algunos nos ha cautivado.
La historia transcurre en el Leningrado del final de la guerra. Dos chicas intentan encontrar un lugar en un mundo hecho trizas. Yya (Viktoria Miroshnichenko) es una joven grande de estatura, pero tímida, que sufre un trastorno de postconmoción cerebral que la deja congelada durante unos minutos. Su mejor amiga Masha (Vasilisa Perelygina) también sufre otra neurosis de guerra, pero no es tan visible. Ambas eran soldados en el frente y ahora trabajan en un hospital de heridos sin apenas recursos.
En Beanpole, la vida y la muerte se han cambiado las cartas. A pesar de que la guerra ya no es una amenaza directa, sus consecuencias psicológicas siguen causando muerte y desdicha. Todo está patas arriba... el amor, el sexo, la maternidad... y el panorama que pinta Bangalov con su cámara cromática, de preciosos rojos y verdes, es tan terrible como realista. Trágica belleza. INPERDIBLE.
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