Dir: Todd Haynes | Int: Iakes Fegley, Julianne Moore, Michelle Williams, Millicent Simmonds, Jaden Michael, Tom Noonan | EEUU 2017 | 115 min. *
Por Juan
Hacía mucho tiempo que no veía un película tan deshilachada, melodramática y absurda. El tono pastelón de violines y frases bonitas y oídas mil veces, acaba provocando dolor de tripas. El guión está hecho de pedazos inconexos. Y no se entiende ni funciona estéticamente la dialéctica de saltos entre las dos épocas. En las partes en blanco y negro de la niña sorda, Haynes ha eliminado el sonido ambiente, y lo ha sustituido por una banda sonora muy presente que acaba resultando insoportable. Además de que suena a falsa partitura de cine mudo, si es que esa era la pretensión de Haynes. Casi todo en Wonderstruck es así. Está pretendido, pero no conseguido. Esa pretensión de originalidad acaba convirtiéndose en un desfile de esteroetipos. Wonderstruck es una imitación del melodrama y del cuento para niños, pero para niños muy pequeños. ¿Quizá algo tiene que ver que Brian Selznick, autor de la novela, haya escrito el guión? El caso es que a Haynes se le van amontonando los clichés, hasta componer un Museo de las Maravillas, que no tiene nada de maravilloso. Todo es visto, revisto y tedioso hasta querer arrancarte los ojos y los tímpanos. Excepto una cosa: la secuencia de la maqueta y las miniaturas que sí tiene algo de maravilla, y cuenta más cosas que en las otras dos horas de cinta.
Este director, que nos ha fascinado con obras maestras como Lejos del cielo o Carol, a mi entender, se ha salido del carril con Wonderstruck. Hubo gente que aplaudió y que dice que le gustó mucho. Tendrás que preguntarles a ellos sobre sus bondades. Me gustaría saber qué dirían si esta peli la hubiera firmado Spielberg o Shyamalan. Piérdetela y gana cualquier otra cosa en las dos horas que dura la película.
Hacía mucho tiempo que no veía un película tan deshilachada, melodramática y absurda. El tono pastelón de violines y frases bonitas y oídas mil veces, acaba provocando dolor de tripas. El guión está hecho de pedazos inconexos. Y no se entiende ni funciona estéticamente la dialéctica de saltos entre las dos épocas. En las partes en blanco y negro de la niña sorda, Haynes ha eliminado el sonido ambiente, y lo ha sustituido por una banda sonora muy presente que acaba resultando insoportable. Además de que suena a falsa partitura de cine mudo, si es que esa era la pretensión de Haynes. Casi todo en Wonderstruck es así. Está pretendido, pero no conseguido. Esa pretensión de originalidad acaba convirtiéndose en un desfile de esteroetipos. Wonderstruck es una imitación del melodrama y del cuento para niños, pero para niños muy pequeños. ¿Quizá algo tiene que ver que Brian Selznick, autor de la novela, haya escrito el guión? El caso es que a Haynes se le van amontonando los clichés, hasta componer un Museo de las Maravillas, que no tiene nada de maravilloso. Todo es visto, revisto y tedioso hasta querer arrancarte los ojos y los tímpanos. Excepto una cosa: la secuencia de la maqueta y las miniaturas que sí tiene algo de maravilla, y cuenta más cosas que en las otras dos horas de cinta.
Este director, que nos ha fascinado con obras maestras como Lejos del cielo o Carol, a mi entender, se ha salido del carril con Wonderstruck. Hubo gente que aplaudió y que dice que le gustó mucho. Tendrás que preguntarles a ellos sobre sus bondades. Me gustaría saber qué dirían si esta peli la hubiera firmado Spielberg o Shyamalan. Piérdetela y gana cualquier otra cosa en las dos horas que dura la película.
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