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Por Juan
La tercera y última parte de la trilogía dedicada a Lobezno y protagonizada por Hugh Jackman, es la más descarnada de la saga y, probablemente, pase a la historia como una de las mejores películas de superhéroes, junto a El Caballero Oscuro (Christopher Nolan, 2008) y El Protegido (M. Night Shyamalan, 2000).
Wolverine, más conocido por su nombre de pila Logan, está en la decrepitud: alcohólico, acabado y escondido como una rata junto a los últimos mutantes. Debilitado en sus poderes, está al cuidado de un demacrado Charles Xavier, que chochea y que cualquier día puede desatar una hecatombe por su peligrosa incontinencia telapática. Logan, que interpreta con la misma solidez de siempre el gran Jackman, se verá obligado, muy a su pesar, a volver a la lucha por culpa de una niña que lleva sus mismos genes mutantes (deslumbrante la actriz española-británica Dafne Keen Fernández con sus 12 añitos). Y que es tan peligrosa como él lo fue algún día.
Una road movie deliciosa que revisita huidas clásicas del cine, y que vuelve a recurrir al rescate de niños mutantes, pero esta vez con algunos giros inesperados. El director James Mangold insufla al film un aire de western crepuscular y extremadamente violento, donde somos testigos de la decadencia absoluta de los héroes, ahora vulnerables y abocados al exterminio total. El gesto de la niña sobre la cruz en el plano final de la película, cierra de manera magistral la saga de la familia X-Men. INperdible, no solo para seguidores de la patrulla más famosa de la Marvel.
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