Dir: Jim Jarmusch | Int: Adam Driver, Golshifteh Farahani, Sterling Jerins, William Jackson Harper, Masatoshi Nagase, Chasten Harmon | EEUU, 2016 | 113 min.
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Por Juan
Como hizo en su último film Sólo los amantes sobreviven, Jim Jarmusch vuelve a retratar a unos personajes "fuera este mundo". En esta ocasión no son vampiros estetas, pero tampoco están tan lejos. Son un chófer de autobús que escribe poesía, pero que no se considera poeta; y su novia, obsesionada con el blanco y negro y los cupcakes. Jarmusch se centra en el personaje del chófer-poeta, el callado y tranquilo Paterson, que a veces escucha curioso las conversaciones de sus pasajeros y que está interpretado con una sobriedad exquisita por el actor Adam Driver (el nuevo malo de Star Wars: El despertar de La Fuerza).
Jarmusch se mete en el alma de Paterson (hombre y ciudad, porque ambos se llaman igual). Su puesta en escena apoya el estilo literario de los primeros poemas del joven, el imagismo, una corriente modernista centrada en imágenes muy precisas y alejada de artificios estéticos o románticos. Jarmusch descubre así una "nueva manera de hacer cine", donde el poema es la película, que deambula tranquila, día a día, verso a verso, calle a calle. Todo tiene un orden preciso, una repetición con estructura, pero sin rimbombancias ni adornos.
Por ejemplo, Paterson, el hombre, es una persona corriente, con rutinas cotidianas y repetitivas, como conducir siempre por la misma ruta, sacar al perro a la misma hora y por el mismo recorrido, ir siempre al mismo bar; pero también es un hombre extraordinario con rutinas extraordinarias y casi heroicas desde nuestra vida "hiperconectada", como por ejemplo: negarse a tener un móvil, despertarse sin despertador, hablar con la gente, y, desde luego, escribir poesía. Como en Los amantes, donde aquellos particulares vampiros añoraban otros tiempos más auténticos, Paterson anhela un mundo pre-móviles y pre-internet, donde la gente habla con desconocidos, sale a la calle sin miedo, se encuentra en los bares y, en general, no vive alerta, ni enganchada a las redes sociales. Porque antes de los móviles y de Internet resulta que las relaciones humanas funcionaban.
Pero aunque el mensaje de fondo de esta película llama a la reflexión sobre cómo vivimos y nos relacionamos hoy, su mayor virtud es la de tener la forma de un poema. En él, las imágenes, como las palabras, se repiten en un orden, respirando en ese universo sosegado del personaje, conduciéndonos durante dos horas por las calles de esa ciudad ¿corriente? de New Jersey, que resulta que es la Ciudad de la Seda (Silk City), donde nacieron extraordinarios talentos como Lou Costello, Allen Ginsberg, y que inspiró a otros como el poeta imagista William Carlos Williams. Tal vez, Paterson no rime todo el rato, pero tiene sus propias rimas internas y secretas (escenas de los gemelos...). Es un poema al más puro estilo Jarmusch. INPERDIBLE.
Crítica de la película PATERSON, la poesía del costumbrismo de Jim Jarmusch *****
dic 12, 2016
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